Rutina de viejos lienzos y nuevos comienzos en un serxy amanecer de domingo. Deciden varios pintores de aventuras, cojer la vida un poco mas enserio, y menos tarde que temprano escribir un nuevo capitulo de vida.
Oleo de brisas veraniegas en plena primavera, acrílicos que provocan los mas sutiles aromas de un verdoso paisaje campestre.
Trazando las mas sublimes lineas con los pinceles de nuestras ruedas, vamos dejando en cada porción de tela de la madre tierra, nuestras huellas, delineando así estilos propios con cada pedal de pintura negra y sudor.
Fusión de prematuras caras y miradas retrospectiva, nacen con el alba de nuestras aventuras plazmadas en una colección de sonrisas. Las herramientas que se agotan y ojos que se vuelven agua, mientras la luz se cuela por cada hoja y en un intento de tocar los cimientos de los arboles, quienes nos brindan una cobija mas para dibujar.
mil idiomas se conjugan el el color, un abrazo cálido de sol y mientras nuestros pinceles traza bordes y sendas hacia un mismo lugar. El pintor maestro aprende viejas nuevas tecnicas, el pintor novato se entrena para volver a aquellos lienzos del pasado.
Versos a ritmo de una amapola y bachata rosa, en cada vértice de nuestro cuadro, enmarcando uno de lo tantos clásicos cuadros de la esencia del dominicano.
De regreso a casa, sin limpiar nuestras herramientas, conocimos puertos, vivimos y caminamos por la cuerda floja de nuestras locuras, trayendo ánforas de hojas, fragancia de los campos, solfeos de aves silvestres y sobre nuestro lomos , cargamos aquel pupitre donde nuestra jornada educativa, por los valles y senderos de la vida, hicieron de la composición de esta fantasía, un sueño hecho realidad.
Los pinceles.

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